Al decir testamento, la gente automáticamente asocia la palabra con dinero y/o propiedades, pero no siempre se deja por escrito únicamente la disposición de los bienes.
A veces se dejan instrucciones precisas acerca de determinados sucesos que ocurrirán posteriormente a la desaparición física del testador.
Trágico fin
Phillip Seymour Hoffman falleció a los 46 años hace apenas un par de meses, a causa de un fallo cardiaco provocado por su adicción a la heroína.
El reconocidísimo actor, estaba consumiendo nuevamente drogas y alcohol, luego de mantenerse, según sus propias palabras: «limpio» durante más de 23 años, lo cual lo avergonzaba tanto, que intentaba rehabilitarse.
Su pareja y madre de sus tres hijos, Mimi O´Donell, le había pedido tiempo atrás que abandonara el hogar que compartían a causa de su vuelta a las adicciones.
El testamento de un padre consciente
En 2004, cuando su hijo mayor Cooper, apenas tenía 1 año, Philip dejó por escrito sus últimas voluntades.
En su testamento le dejaba todos sus bienes y su dinero a su pareja Mimi y la nombraba albacea de un fideicomiso a nombre del niño, del que éste podría hacerse cargo cuando cumpliera los 25 años.
También pedía que si cuando él falleciera, tampoco estaba viva su pareja, que a Cooper se lo criara en o cerca de Manhattan, Nueva York y se lo mantuviera alejado de Hollywood.
Si no fuera posible elegir esa ciudad, indicó como opciones Chicago y San Francisco «de modo que esté expuesto a la cultura, el arte y la arquitectura que esas ciudades ofrecen«.
En el caso de que no pudiera criarse en ninguna de las citadas urbes, debía viajar al menos dos veces por año a cada una de ellas.
El problema reside en que luego de que se realizara el mencionado testamento, nacieron de la misma pareja, dos hijas más: Tallulah y Willa que ahora tienen 7 y 5 años que no están contempladas en él.
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Foto gentileza de: Hola