Diego Velázquez y su esposa Juana Pacheco, fallecieron en 1660 con una diferencia de muy pocos días, ambos intestados. Un amigo de la familia se hizo cargo de pagar las deudas y lo que quedó fue para la hija de ambos.
El Greco en 1614, cuando se vio enfermo hizo testamento y declaró heredero universal de sus bienes a su hijo Jorge Manuel Theotocópuli, quien fuera fruto de una ilícita relación del pintor; éste solía llamarlo en público sobrino, apelativo que solía otorgárseles a los bastardos.
Francisco de Goya y Lucientes, cuando se fue a Burdeos, decidió revocar su anterior testamento y redactó otro en 1823, en el que reparte sus bienes más preciados entre su hijo y varios amigos.
Joaquín Sorolla y Bastida al fallecer en 1923, dejó todas sus obras a cargo de su esposa Clotilde García del Castillo. Dos años después, ella hizo un testamento en el cual dejaba constancia de que se legaban al Estado Español todas las pinturas del artista, para que se fundara un museo que llevara su nombre.
Cuando Pablo Picasso falleció en 1973, dejo tras sí una cuantiosa fortuna en pinturas, valorada en muchos millones de pesetas, pero ningún testamento. Tras cuatro años de litigios y luego de que el gobierno francés se quedara con un 16% en concepto de «derechos de sucesión», las obras del genial artista se sortearon y repartieron entre sus herederos.
En cambio, Dalí primero hizo testamento dejándole a partes iguales todas sus obras al estado Español y a la Generalitat de Cataluña en 1980, pero dos años después rectificó sus clausulas y finalmente a su muerta el patrimonio de Dalí fue para el Estado Español en su totalidad.
Si tiene alguna duda a la hora de redactar sus últimas voluntades, visite la web de Testamenta. Con gusto le brindaremos la mejor atención.