Es normal encontrarnos con expresiones del tipo: «voy a desheredarte» o «te dejaré cuanto poseo», en el cine, la televisión, libros, etc., pero en la ficción o en la realidad, lo que prima es lo que figura en un testamento.
Freddy Mercury, líder de la banda Queen, era un gran amante de los gatos y siempre decía que los únicos beneficiarios de su enorme fortuna serían sus amigos felinos.
Aducía que quería acapararlo todo y que ni siquiera después de muerto repartiría sus bienes, que se los llevaría consigo y que quién quisiera algo que se fuera con él y con un guiño agregaba ¡que sobraría espacio!
A pesar de sus declaraciones, en el momento de dejar constancia por escrito de sus últimas voluntades, Freddy repartió su fortuna en dos mitades.
La primera la dividió entre su hermana Kashmira y sus padres, además de dejarles medio millón de libras (algo menos de 600.000 euros) a quienes estuvieron con él hasta el final: Jim Hutton su pareja, su asistente Peter Freestone y Joe Fanelli su cocinero.
La parte del «león», aproximadamente unos 10 millones de euros, además de los derechos de todas sus canciones y su mansión en Kensington, fueron para su mejor amiga y ex novia Mary Austin.
De ella decía el genial compositor, que fue la persona que más lo ayudó y lo apoyó en todos los aspectos de su vida y el amor de su vida. Era tal la confianza entre ambos, que solo ella sabe dónde fueron esparcidas las cenizas del mítico Freddy.
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Foto gentileza de: Efeeme