En febrero de 2012, en la ciudad de Roma y como parte de los festejos de los 150 años de la Unificación italiana, se expuso en el Archivo Histórico Capitolino un total de 25 testamentos de celebridades italianas.
Entre ellos figuraba el del revolucionario Giuseppe Garibaldi, quien dejó indicado el sitio (marcado con una barra) donde quería que se le incinerara, vestido con su «camisa roja».
Sus últimas voluntades fueron que la hoguera se hiciera con leña de Caprera y que sus cenizas se depositaran en la misma tumba de sus hijos bajo un alcornoque, dentro de una urna de granito.
Giuseppe Verdi, quien dedicó su vida entera a la música componiendo «Rigoletto» o «La traviata» entre otras óperas famosas, pidió en su testamento que su entierro fuera discreto y en silencio.
Su voluntad fue respetada y su funeral en 1901 se realizó en Milán al despuntar el día y de manera modesta y silenciosa.
Luiggi Pirandello luego de obtener el Nobel de literatura, tuvo que sufrir la enfermedad mental de su mujer, que lo atormentó sobremanera.
En su testamento pidió que su entierro se hiciera sin pompa y que no le acompañaran a su última morada «ni parientes ni amigos» y solicitó la cremación aclarando: «ni siquiera las cenizas deseo que queden de mi».
De sus últimas voluntades, fue respetado el ascetismo de su entierro, que se uso una humilde caja y la cremación
Su cuerpo se incineró; pero sus restos no se amuraron «en cualquier roca de Sicilia» como él solicitó, sino que reposan en una urna al pie de un solitario pino frente al mar.
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