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Muerte digital

Muerte digital

El volumen de contenido que cada individuo publica en Internet es inmenso, cada post en Facebook, cada tweet o video en YouTube, se suma diariamente a la de todos los usuarios de estas redes y tal cantidad de información hace que su regulación se convierta en una cuestión cada vez más de interés general.

Por ejemplo, Mark Zuckerberg, en el Mobile World Congress, admitió que uno de los desafíos de Facebook será administrar la inmensa cantidad de datos que acumularán dentro de 30 años, cuando buena parte de los usuarios habrán fallecido.

Como no podría ser de otra forma en esta era virtual, es en las redes sociales donde compartimos la mayor parte de nuestra vida y la plataforma mediante la cual más mensajes y documentos creamos e intercambiamos.

Así que este mundo digital en el que vivimos nos plantea muchos conceptos de libertad y derechos, que incluso deben de ir van más allá de la vida.

Aunque no seamos usuarios digitales, una enorme porción de nuestros tiempo transcurre en Internet, subiendo parte de nuestra vida, de nuestra información personal y laboral a eso que conocemos como “la nube”. Sin embargo, muy pocos nos preguntamos qué pasará con todo eso en el momento en el que fallezcamos.

Francia adoptó un marco legal pensado para poner orden en Internet. La ley para una República Digital aspira a cubrir algunos de los vacíos legales, estableciendo nuevos derechos digitales.

Entre estos derechos esta el de la “muerte digital”

Que permite a todas las personas organizar las condiciones de conservación y de comunicación de los datos personales después de morir. Cada usuario de Internet, podrá designar a un individuo que se ocupará de administrar su herencia digital. Esta persona puede ser ajena a la familia. En caso de que no haya sido nombrado alguien, los familiares directos son quienes decidan el futuro de los contenidos en redes del fallecido. En Europa, se trata de una iniciativa pionera.

En la actualidad, la mayoría de las redes sociales ofrecen una solución a la muerte digital. Siempre habrá que acreditar el parentesco o relación directa y aportar los documentos necesarios para dar de baja al usuario tras su muerte.

Algunos servicios se limitan a dar de baja la cuenta y otros proponen opciones más elaboradas para este suceso. La cuenta podrá desaparecer de las pantallas, pero los datos siempre se quedan almacenados en los servidores, porque técnicamente pertenecen a la plataforma.

En principio, lo más habitual pasa por la política que dicta que las cuentas se desactivan después de un periodo determinado de inactividad. Sin embargo, nuevas políticas específicas empiezan a ser algo habitual entre las distintas empresas que gestionan datos personales en Internet.

Gmail por ejemplo, nueve meses desde el fallecimiento del usuario desactivará su cuenta. Si un familiar quiere acceder a ella, se deberá enviar una solicitud a la empresa, acompañada de un certificado que los identifique como representantes legales del fallecido. La empresa estudiará el caso y decidirá si permite el acceso a las cuentas del fallecido o no.

El servicio de Hotmail conservará todos los datos e información del fallecido. Los familiares pueden solicitar una copia de todos los mensaje de la cuenta presentando un certificado de defunción, copia del documento de identidad del fallecido y un justificante de la relación con éste.

Cuando se comunica la defunción de un usuario a Facebook, la página pasa a ser una página de memoria, un homenaje digital a la persona, de forma que ésta sigue presente entre sus contactos, pero de una forma muy distinta. Para conseguirlo, los familiares tendrán que completar el formulario de solicitud y remitirlo mediante la propia plataforma de Facebook.

En Twitter el representante legal del difunto puede solicitar una copia de todos los tweets públicos del difunto aportando datos de contacto, relación con el usuario fallecido y justificante de la defunción. Para LinkedIn tendrá que aportarse una copia del certificado de defunción para que se cancele el perfil.

Pero la cuestión no solo esta en qué sucede con nuestros perfiles en redes sociales, también habrá que analizar qué pasa con lo que hemos comprado digitalmente, como películas, juegos, aplicaciones, música, etc. Muchas personas tiene mucho dinero gastado en línea y forma ya parte de su patrimonio. Pensemos que esa colección de objetos virtuales, incluirá algunos de grandísimo valor para nosotros y no queremos que se pierdan o caigan en manos equivocadas.

A parte de éste, hay muchos vacíos, que para llenarlos se suele recomendar hacer un “testamento digital”, donde se pueden heredar desde suscripciones en línea a servicios, hasta libros virtuales. Se recomienda también hacer una “Carta Digital” póstuma. Redactar en un documento -de ser posible incluirlo en el testamento- con todos los servicios de correo, de almacenamiento, páginas web, redes sociales o sistemas de crédito en línea y pago donde se tiene una cuenta abierta en internet y determinar qué se quiere hacer con ellos, así como indicar qué persona de tu entera confianza será la encargada de hacer las gestiones correspondientes.

Algunas compañías han encontrado en esto un nicho de mercado interesante y cada vez se crean más empresas especializadas en gestión del testamento digital. Empresas especializadas en este sentido brindan algunos de estos servicios que podrías ir previendo, también para que nadie pueda hacer mal uso de tu información.

En la nube no solo se manejan datos personales de la vida virtual de un usuario, por ejemplo si en este momento recibieras la desafortunada noticia de que uno de tus colaboradores cercanos ha fallecido, por supuesto lamentarías su deceso, pero si al momento de intentar acceder a alguna base de datos o sistema, te das cuenta que esa persona era la única que tenía las claves de ingreso, habría seguramente un gran problema.

En estos casos muchas empresas ya sean grandes o pequeñas, carecen de políticas de seguridad que cubran estos sucesos. Se recomienda que siempre haya un control sobre los nombres de usuarios y contraseñas utilizadas por los empleados quienes acceden a determinadas aplicaciones o servicios.

Pensemos en que al año fallecen unos 200,000 usuarios de Facebook, esto nos muestra la importancia de afrontar el problema del legado virtual de una manera seria y estudiada, con la misma importancia que se le da a la vida real.

Pensando fríamente, lo único seguro que sabemos en esta vida es que vamos a morir y no tenemos idea de en qué momento será. Lo peor es que en este mundo con tantos cambios a cada momento, pasa el tiempo muy rápido, nunca nos sentamos a reflexionar y postergamos las decisiones de ciertas cosas que se podrían dejar solucionadas.

Debemos dejar claro un plan que para que nuestra gente cercana no resulte con dolores de cabeza al querer manejar nuestro legado.

Éste es un tema que debiera tomarse con la debida importancia y planearlo de manera inteligente. De la misma manera que en el ámbito terrenal pretendemos no dejar problemas, debemos tener claro lo que queremos dejar con respecto a la identidad que hemos forjado en nuestra vida virtual, de las contraseñas que protegen nuestras transacciones y perfiles en la red, así como de los datos y contenidos que hemos generado y subido.

 

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