Cuando Vicente y yo llegamos a Anantapur no teníamos nada. “Emma Bungalow” fue el comienzo de todo, de nuestro trabajo y nuestra vida personal. Todo empezó allí. Cuando entramos a la única habitación de la casa que estaba vacía, no había ningún tipo de mueble pero encontramos una pequeña placa de cartón en la pared en la que se podía leer: espera un milagro.
Vicente eligió instalarse en el lugar más pobre del estado de Andhra Pradesh: Anantapur. No teníamos nada, salvo una gran determinación por cambiar la realidad que nos rodeaba. Durante el primer año no tuvimos ingresos fijos. Un día vino Vicente y me dijo “no tenemos dinero para mañana”. Llegó el día siguiente y con el correo de las nueve recibimos un sobre con un cheque de 200 dólares. De un modo u otro la Providencia siempre ha estado de nuestro lado.
Las niñas y los niños de Anantapur, los jóvenes, son el futuro, pero sobre todo, son el presente. Están recibiendo una educación, trabajamos con ellos y sus familias para que esa sea su prioridad, en lugar de trabajar en el campo o ayudar a cuidar a familiares. Nuestro gran objetivo es que a ningún niño o niña se le robe su infancia.
Si las personas más empobrecidas tienen oportunidad de estudiar, de formarse, también tienen la oportunidad de cambiar su vida y la de los demás. La Fundación ha conseguido el 100% de escolarización en primaria, fomenta la continuidad en educación secundaria para que las y los jóvenes no abandonen sus estudios y entregamos becas para acceder a la universidad.
Pero, hay un logro todavía más importante: conseguir que las comunidades más desfavorecidas, entiendan que tienen derecho a la educación, y que no deben resignarse a un destino por haber nacido en un lugar o en una familia sin medios.
Las personas que forman parte de esta organización son las que hacen posible que “los sueños imposibles”, de los que hablaba siempre Vicente, se conviertan en realidad.
Gracias a todos nuestros colaboradores y colaboradoras podemos actuar en sectores como la ecología para dar vida a la tierra, en sanidad para garantizar una atención adecuada, en construcción para proporcionar un techo digno o en programas para fomentar los derechos de las mujeres y personas con discapacidad, con todos los programas y actuaciones la Fundación Vicente Ferrer lleva a millones de personas las justicia social que tanto merecen.
A veces me preguntan cuál es el “secreto” para transformar una tierra que estaba destinada al olvido y al desierto. Siempre digo que el desarrollo de las comunidades de Anantapur se debe, en primer lugar, al trabajo y esfuerzo de sus propios habitantes y, en segundo lugar, es el fruto de la colaboración de todos vosotros y vosotras con nuestra organización. Solo podemos avanzar si lo hacemos colectivamente.
Cuando alguien da el paso de testar a favor de la Fundación Vicente Ferrer, está decidido a vivir más allá de su propia vida, porque su generosidad es una estela de esperanza para miles de personas. No debemos olvidar que detrás de la pobreza hay nombres, rostros y emociones, pero por encima de todo, hay injusticia y todos merecemos la oportunidad de vivir con dignidad.