Es el caso de Julie Spalding, millonaria señora de 98 años que en el momento de redactar las últimas voluntades deja la fortuna de 300.000 libras al limpiador de su casa, dejando fuera a su sobrino Cecil Bray. La mujer al redactar las últimas voluntades de su testamento, nombró al señor Albert su empleado, único heredero, dejando fuera del mismo a su sobrino. Al morir Julie, el sobrino Cecil comenzó el reclamo de la herencia ante tribunales.
Julie tenía pensado dejar la herencia a su sobrino, pero unos años antes de su muerte sufrió un accidente que la causó cambios en su personalidad. En esos momentos realizó cambios en su testamento, dejando al señor Albert, que trabajaba en su casa hacía más de 30 años, como único heredero.
El empleado dijo tener muy buena relación con ella y trabajar todos esos años en un clima muy familiar, pero nunca se vio interesado en su dinero. También dio a conocer a la prensa que fue el único que la acompañó en esos días, ya que desde hacía muchos años la familia había dejado de visitarla.
Por muy cruel que sea muchas veces la familia solo se acuerda de los parientes en casos en los cuáles hay dinero de por medio. Pero la persona cuando va a redactar sus últimas voluntades seguramente va a elegir a quien la acompañó, con quien compartió momentos, y sintió algún tipo de apoyo moral y espiritual.
Por eso es que muchas veces las herencias quedan fuera del ámbito familiar, siendo otorgadas a empleados, secretarios, personas nada tienen que ver con la familia, a pesar de tener herederos legítimos.
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