Fallece una mujer a los 86 años de edad. Hasta aquí todo dentro de la normalidad. Lo extraño viene cuando conocemos los detalles del caso en cuestión. La mujer, que residía en su casa de Madrid, no tenía familia alguna, pero sí una suculenta cantidad de dinero en el banco, además de tierras entre otras propiedades e inversiones diversas. Era originaria de un pueblo de Cuenca donde, al parecer, le gustaba pasar largas temporadas. Allí apenas se relacionaba con sus vecinos y se dedicaba, según dicen los lugareños, a cuidar del campo y de sus animales.
Hay que dejar redactado un documento de última voluntad o testamento
Aunque era conocido de todo el pueblo que no tenía familia alguna, tratándose de una mujer a la que algunos consideraban poco más que una ermitaña, cualquiera hubiera tomado como razonable que dejase todo su patrimonio a alguna organización benéfica, a la iglesia o quizás a alguna protectora de animales, tal era el cariño que mostraba la buena señora por éstos últimos.
Sin embargo, resultó que la mujer decidió legar todos sus bienes al pueblo que la vio nacer. Y en concreto, estableció en su testamento que cuando ella falleciera se crearía una fundación que llevaría su nombre. Incluso dejó dicho en el testamento quiénes deberían integrar y dirigir la fundación, el reparto proporcional a que deberían dedicarse los recursos y, por supuesto, el objetivo principal de la misma: que ningún niño del pueblo se quedase sin estudiar.
Y dado que la buena mujer tenía bien claro a qué quería dedicar todo su dinero, una vez ella hubiera desaparecido, hizo lo propio y dejó en su testamento bien establecido el futuro de todos sus bienes.
Declare usted su última voluntad y redacte testamento desde Testamenta.
Imagen cortesía de www.1abogadosmurcia.com
