Este es el caso de una organización sin fines de lucro que tenía como sede un inmueble propiedad de un vecino quien se lo cedía de manera generosa y gratuita para la realización de reuniones y eventos sociales.
Así funcionaron durante muchísimos años contando siempre con el apoyo del dueño del local, quien en más de una ocasión les ayudó de manera desinteresada y hasta les apoyó económicamente ante necesidades puntuales.
El día que el hombre falleció debido a complicaciones propias de su edad, la comunidad sintió mucho su desaparición física. Tras la congoja, comenzó la preocupación ya que lo más probable era que el inmueble pasara a manos de algún pariente y ellos se quedaran sin sede.
Cuál no sería su sorpresa, cuando unas semanas después del fallecimiento de su benefactor se enteraron por el notario de confianza del mismo, que al hacer testamento le había dejado la propiedad en herencia a la sociedad e incluso una cantidad de dinero previendo el pago de los derechos sucesorios.
Mas grande fue su alegría al saber que como quien heredaba era una sociedad y no una persona física y el inmueble sería destinado al mimo fin que cumplía con valor netamente social, no debían pagar ningún tipo de impuestos.
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