Pablo Picasso, era un genio de la pintura, pero odiaba los trámites burocráticos, a tal punto que evitaba hasta el último momento firmar cualquier tipo de documento, lo que constituía un verdadero dolor de cabeza para sus asesores legales.
Además de esta llamémosle “manía”, Picasso era muy supersticioso, por lo que se negaba por ejemplo a firmar las capitulaciones matrimoniales (lo hizo las dos veces que se casó), con la excusa de que si lo hacía, se gafaría la unión.
Cada vez que un incauto le mencionaba que ya era hora de hacer testamento, no importaba si era uno de sus abogados o notarios de confianza, un familiar, un amigo o quien fuera, les contestaba que ni se lo nombraran porque eso atraía a la muerte.
Finalmente cuando murió a los 91 años en 1973, en Francia, su patrimonio era enorme, compuesto sobre todo por sus propias obras pictóricas, ya que él mismo guardaba la mayoría de ellas.
Tras su deceso la lucha por su herencia que se abrió fue tremenda, ya que sus familiares entraron en franca disputa por la posesión de su cuantiosa producción, el estado francés se cobró los derechos sucesorios en “especias” y el gobierno español también reclamó su parte.
Está claro que si hubiera dejado de lado tales supersticiones y hubiese optado por redactar un testamento donde dejara clara cual era su voluntad, se habrían evitado una gran cantidad de litigios y disputas.
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Foto gentileza de: pijamasurf
